el sol va dejando escurrir
sus primeras luces:
hirientes en el horizonte
clavan sus dagas
en el firmamento.
Pétalos de amapolas y violetas,
dejan derramas
hebras de amargas lágrimas.
Contrastando con las obtusas sombras
que se van extinguiendo,
acompasadas por la luna nacarina
de noctámbulo resplandor
que, expatriado, traspasa el aire,
yendo a chocar, con las opacas materias
Convergiendo con las caducas
iluminaciones de neón,
que llamativas visten
las desnudas formas
que desde el suelo crecen.
Mientras la oscuridad
sobrevive parapetada
en las apartadas callejuelas
para anidar tenebrosa
en la cuna de los sueños,
incubando las concorpóreas
vivencias de la fantasia.
Mas, el interrumpido
palpitar del reloj, deja atrás
la envejecida noche
y los lineales
rayos del alba,
despiertan con la frescura,
lapidando las tinieblas.
Que, sostenidas a horcajadas
vislumbran las fronteras
de otro enigmático amanecer.
De mi buen amigo Francisco Jesús López Arroyo